Así celebra Chanel el 25 aniversario de su reloj J12

«Gabrielle estaba enamorada de tres colores: el blanco, el negro y el azul. Ya teníamos el J12 en blanco y en negro, así que nos faltaba el tercero. Hemos estado cinco años trabajando en este azul específico; ha sido difícil de conseguir, pero hemos logrado el tono concreto que ella adoraba y que no existe en la carta Pantone». Lo cuenta Frédéric Grangié, presidente de Chanel Watches & Fine Jewellery, la división de relojería y joyería de la maison.

«Será un color permanente. Quizá en el futuro haya otros distintos en colecciones temporales, pero el azul se queda. Estamos muy contentos porque hemos logrado este tono propio, el azul Chanel», continúa Grangié, durante una visita a la manufactura relojera de la maison, en la localidad suiza de La Chaux-de-Fonds.

En este espacio de 14.000 m2 trabajan 480 personas (el 44% son mujeres) dedicadas a 60 profesiones diferentes. Todos los relojes de Chanel (el Premiére y las piezas de alta relojería a medida) salen de estas instalaciones que la firma adquirió en 1993.

Unos años antes, en 1987, Chanel se había asociado con G&F Châtelan, una prestigiosa manufactura fundada en 1947, para crear su primer reloj, Première, y seis años después los dos hermanos Châtelan se la vendieron.

Allí nació, en 2000, el icónico J12 en cerámica mate negra y, en 2003, el blanco. Ahora, coincidiendo con su 25 aniversario, llega el azul, un tono presente en la paleta de Coco en moda y también en joyería, desde su colección de 1932 Bijoux de Diamants, en la que incorporó los zafiros.

«En estos años, Chanel ha elevado la cerámica al nivel de un material precioso», sentencia Arnaud Chastaingt, director creativo del Watchmaking Creation Studio que Chanel tiene en la Plaza Vendôme, en París, y para quien «el arte de la cerámica en relojería es innegablemente Chanel».

Se trata de un oficio difícil de dominar, ya que requiere un complejo proceso para lograr que la cerámica sea más resistente que el acero y no es sencillo conseguirla en colores. «Es un material muy inspirador y, gracias al genio de nuestros ingenieros, ofrece un amplio campo de posibilidades», concluye Chastaingt.

Sobre la mesa del director creativo, en el corazón de la capital gala, comienza el proceso que más tarde se desarrolla entre las montañas suizas. Equipo creativo y de desarrollo trabajan siempre de la mano; y bien lo sabe José Alberca, que dirige este departamento técnico en la manufactura. «El proceso puede durar meses o años, según la complicación de movimientos. Nunca podemos decir no; tenemos que hacer posibles las ideas.

creativas», apunta. El resto de departamentos de la manufactura trabaja con idéntica ambición y precisión: desde el laboratorio de homologación y control de calidad al de producción de componentes (cerámica y piezas de acero o de oro), pasando por el de engaste de piedras preciosas, el de montaje y el taller de alta relojería, del que salen 400 piezas únicas al año.

Uno de los departamentos más llamativos es el de homologación, donde aceleran y exageran las condiciones de la vida real durante cinco años. Los controles pueden durar meses, pues primero testan cada componente por separado y luego el reloj en conjunto. Pasan pruebas de shocks directos (golpes) e indirectos (vibraciones como cuando se practica tenis, fútbol, bicicleta...). Hay pruebas sobre corrosión con otros materiales, de estrés climático (ante la humedad y temperaturas extremas), de variación de color ante la radiación solar, de campos magnéticos (frente al microondas, el teléfono móvil...), test de movimientos, rozaduras...

En total, cada reloj puede pasar 30 test diferentes. El modelo J12 de estas páginas, de 38mm de diámetro y con 58 zafiros talla baguette, también los ha superado, igual que todas las otras variaciones en calibres, tamaños de caja y con o sin piedras preciosas. La hora azul de Chanel ha llegado. Y lo ha hecho para quedarse.